Nadie se escapa de buscarle el sentido a la vida. Ni siquiera los estudiantes universitarios, enterrados como están en montañas de apuntes y eternas fotocopias subrayadas.
Los primeros dos años de Virginia en la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba transcurrieron bien. Hizo todas las materias que el plan de estudios exigía de ella en el primer y segundo año y se sacó las mejores notas que pudo, según su capacidad, seguro. Además, hacía dos idiomas: italiano y chino. Cualquiera que la conociera en ese entonces te hubiera dicho que no dudaba de que estuviera bien. Pero hacer las cosas bien no equivale a estar bien.
Porque lo cierto es que Virginia se sentía abrumada. Perpetuamente cansada. Sus días pasaban de obligación a obligación, de materia a materia. Cerebro en marcha, posponer no se vale si no se quiere morir en una avalancha de papel que demanda urgentemente atención. Su amor propio parecía una simple marioneta de una página web blanca, celeste y azul. Una página oculta en el universo cibernético, una pequeña página protegida con contraseña. Historia Académica, se llama. Y porta el nombre de Virginia. Allí es donde proyecta todo su valor como persona. Allá, en los diminutos símbolos que nos donaron los árabes y los romanos. Esos que dicen: Lengua Castellana I, 9. Lengua Inglesa I, 8.
Virginia se la pasaba luchando por conocer los pormenores de cada una de sus asignaturas. Peleaba por la diferencia entre un ocho y un diez, entre un siete y un cinco. Aún así fallaba. Un solo punto menos de lo que ella creía merecer ya la derrumbaba.
En este estado la encontró tercer año. Y además hay que agregar que andaba de médico en médico tratando de solucionar el tema de su anemia. O averiguar por qué contraía una gripe semana sí y semana no.
De un día para el otro, Virginia se descubrió aturdida en un salón de clases y miró a su alrededor. Y comenzó a hacerse preguntas. Preguntas como “¿quiénes son estos compañeros ojerosos a los que se les va la vida tratando de hacer lo que yo estoy tratando de hacer, o sea, aprobar? ¿por qué lo hacen? ¿por la presión de sus padres? ¿por la presión que ellos mismos se ejercen? ¿por qué se nos van cinco años medidos en materias ‘sacadas’? ¿por qué la vida es ‘sacar’, desprenderse de algo? ¿por qué no es agregar? ¿o transformar? ¿o cambiar? ¿Desde cuándo nuestra educación es una lista de ítems por tachar? ¿y por qué esa obsesión de hacer la carrera ‘al día’? ¿Acaso hay alguna forma de estar ‘al día’ con nuestro crecimiento personal y profesional?”
Virginia entonces llegó a la obvia conclusión de que somos unos insignificantes seres en medio de un universo enorme y de que el hecho de que “sacar” una asignatura también insignificante si se miran las cosas en perspectivas dice algo de nuestra sociedad, aunque para articular ese algo tal vez sea necesario espacio para unas diez mil palabras y un título en Sociología (y Virginia no estudia Sociología). ¿Qué? ¿No es esta la conclusión más obvia? Qué raro, Virginia hubiera jurado que sí lo era. Quizás hay que tener en cuenta que Virginia suele elaborar sus conclusiones a las tres de la madrugada y que, como ya habrán observado, es un tanto especial.
Pero vamos al punto. La segunda mitad de su tercer año fue la etapa más hippie de la vida de Virginia. No quería que la facultad le importara. ¿Por qué buscamos que las cosas no nos importen? ¿Para que no nos lastimen? Porque lo cierto es que “me importa la facultad” implica muchas cosas. Implican arduas horas de estudio, noches en vela y nervios. Muchos nervios. Se preocupó más por descubrirse a sí misma y tratar de no vivir encerrada con gripe que pasó lo que se espera: que se quede libre en una materia. De esas materias que te traban la mitad del año siguiente. De esas materias que uno estudia con buena voluntad, pero aún así falla si no nace con habilidad innata para ese tipo de estudios. Materias como, por ejemplo, Gramática Inglesa II.
Quizás Virginia necesitaba ese gentil empujoncito, de esa sutil clase que te dice: “Dale, idiota, este va a ser otro año que te pasarás estudiando. Año. Año entero. ¿Sabes todo lo que es eso en años universitarios, filósofa de segunda?”, porque después se sacó una muy buena nota en otra materia en la que sí logró la regularidad. Resignada, Virginia decidió sin deliberarlo mucho tiempo que el menú del año que viene traería una segunda cursada de Gramática Inglesa II, y dio por cerrado el tema hasta que fuera necesario volver a ocuparse.
Y así, la chica que muchos pensaban iba a tener una carrera “al día” (lo que sea que eso signifique), falló por primera vez en la universidad. La profesora le entregó la mala nota de su recuperatorio con palabras de consuelo, diciendo que lo sentía mucho, que la recordaba trabajadora de primer año. Y Virginia se encontró con miradas de sorpresa al anunciar la noticia a sus compañeros. Algunos incluso se alegraron. Pero es de destacar que Virginia aprendió algo muy importante: la inteligencia no es ser. La inteligencia es hacer. Y donde falta el hacer, faltan las consecuencias favorables también.
Quien fuera que diseñó los nombres de las condiciones en Argentina se equivocó, porque le puso el más lindo a las más nefasta. “Libre”… Todos queremos ser libres. Todos queremos ser dueños de nuestras vidas y no encontrarnos con obstáculos que nos empujen violentamente para atrás, y quedarse libre es justamente eso: lo contrario de la libertad.
O quizás, quien diseñó los nombres de las condiciones es un genio que no fue tan destacado como merecía, porque se hizo cargo que en uno de los momentos más bajos de la vida de un estudiante universitario recordemos que aún no nos sacaron lo más importante: la libertad. La libertad de hacer lo que queramos con nuestras vidas. La libertad de sacarse un tres en el segundo parcial y en su recuperatorio. La libertad de educarnos bajo nuestros propios términos, con la cantidad de años que necesitamos, society be damned. La libertad de hacer de nuestras vidas más que una seguidilla de materias “sacadas” y una carrera “al día”. Por eso mismo, luzco mi condición con orgullo (pero sabiendo, obviamente, que en noviembre de este año será diferente pero más aburrida: Regular).
3 febrero, 2014 a las 13:35
Muy bueno! Me encanto
3 febrero, 2014 a las 14:07
Excelente mensaje, muy buena la historia
3 febrero, 2014 a las 16:02
Genia!!! Me encantó
3 febrero, 2014 a las 16:29
Muy bueno !!! tus preguntas me hicieron re-pensar mis preguntas !
3 febrero, 2014 a las 17:12
muy bueno
3 febrero, 2014 a las 23:40
muy bueno, y con las palabras exactas!!
4 febrero, 2014 a las 02:56
La verdad es que es todo un tema. Una profesora hace unos meses nos dijo que no nos saturemos tanto, que no nos empastillemos ni nada de esas cosas…que primero está nuestra salud y felicidad antes que MATARSE estudiando y terminar enfermos por intentar llevar nuestra carrera “al día”. Creo que tiene razón.
4 febrero, 2014 a las 12:37
Me paso lo mismo en diciembre rindiendo un final, nadie lo creia, pero bueno.
4 febrero, 2014 a las 14:56
Claramente te entiendo… estoy en un break de estudio de Gramática Inglesa II y también libre.
4 febrero, 2014 a las 15:19
Gracias por contarnos tu historia. Como ex alumno de ya casi 4 años te puedo decir que viví mucho de lo que narrás. Yo empecé con las tres carreras de inflés hasta tercer año y me dí cuenta que había perdido mucho, mucho tiempo con amigos (algunos que dejaron de serlo por rechazar sus invitaciones), con mi familia y sobretodo mucho tiempo que me descuidé. Tomé pastillas para poder dormirme muchas noches para tratar de seguir al día con la carrera. A veces estás en un grupo y querés ser como ellos, seguirles el ritmo, pero después te das cuenta (después de muchos años) que no valió la pena. Me olvidé de disfrutar de las cosas simples porque siempre estaba la excusa del estudio. No niego que es importante, pero todo a su tiempo. Gracias de nuevo por esta historia Virginia.
4 febrero, 2014 a las 15:19
Tal Cual! Muy bueno!
4 febrero, 2014 a las 16:21
Ver en palabras una realidad que vivo hace 8 años es raro jajaja!!! Me paso lo mismo hasta q empece a trabajar y a relacionarme con gente de otras carreras, tuve la mala suerte de no encontrar gente que te guie o aconseje ahi adentro o a lo mejor estaban peor que yo. En fin mi grupo termino abandonando y solo una esta en las ultimad de la carrera. Por suerte este ano pude aprobar lengua inglesa 2 la unica materia que rendi mas de 2 veces fueron unas inagotables pero perseverantes 12 veces. En fin mi lema es nunca bajar los brazos y siempre creer que si lo quiero realmente lo voy a lograr en el tiempo que tenga que ser. Nadie me quita todo lo que hice estos años y como creci y madure como persona y como profesional para defender mis derechos de trabajo y estudio. Espero que mi refleccion sirva a algun alma que le este pasando lo mismo saludos!!!
4 febrero, 2014 a las 23:21
Se me viene a la cabeza las palabras de una profe de castellano 1 “Chicos, la facultad de lenguas es dura, es muy difícil; pero VIVAN, no dejen de vivir”.
5 febrero, 2014 a las 23:20
Es genial!!!!
9 febrero, 2014 a las 14:31
Braaaaaaaaaaaaaaaaaaaaavo!, leí cada oración como dos veces. La verdad que creo que es el mejor post de SerUniversitario. Te felicito por tu reflexión. Me gustó mucho, muchísimo la verdad. La vida se trata de vivir. Muchas felicidades por todos tus logros. Saludos a todos/as
13 febrero, 2014 a las 13:33
La libertad es terminar una carrera y ejercer de lo que verdaderamente te gusta. Si lo que estudias te gusta lo suficiente vas a tratar de terminarla a tiempo, me parece un poco estúpido el fomento de “sáquense malas notas, denle la espalda a la sociedad”, siendo que lo unico que van a lograr es estar un par de años mas encerrados en una facultad, obteniendo los mismos conocimientos una y otra vez. La condición de “libertad” no es la misma que la de quedar libre en un final. La condición de quedar libre en un final se obtiene cuando no estudiamos y nos hacemos los boludos sabiendo de nuestras obligaciones, la condición de libertad se obtiene cuando por fin terminamos una carrera y empezamos a ejercer de lo que nos gusta, somos libres de hacerlo. Saludos.
5 agosto, 2015 a las 16:34
No se trata de “sacarse malas notas”, como planteas, Gabriel.. sino de encontrar un equilibrio entre las responsabilidades y la felicidad de la persona, entre el valor de un nueve en un parcial y el de una tarde entera de charlas y mates con un amigo, con un abuelo. La importancia de una carrera al día y la de la salud de uno mismo. No se trata de resignar hasta la vida misma para obtener un título, ni de vivir sin un mínimo de responsabilidades. Se trata de exigirse hasta cierto punto y de no pasarse hacia ningún extremo.
16 febrero, 2014 a las 01:44
Muy bueno! me sentí identificada con varias frases.
Y me parece que hay gente que debería volver a leer porque pareciera que no entendió nada de lo que dice el texto. Nadie dice “saquen malas notas” más bien, que hay que tomarse la vida y sobre todo la carrera de forma tranquila , porque de nada nos sirve hacer la carrera en tiempo y forma si te sentiste todo el tiempo infeliz , abrumado y con menos salidas que pájaro en jaula.
Aparte, suponiendo que hasta hoy tuviéramos todo perfecto, al día, por supuesto habiendo perdido salidas y encuentros con amigos o incluso familiares, ¿de qué sirve si nadie nos asegura que mañana nos vamos a despertar?
23 febrero, 2014 a las 23:35
Genial!!! Cómo se nota que estudiás letras!
19 mayo, 2014 a las 10:56
Bella historia Virginia 🙂
17 junio, 2014 a las 15:38
Muy bueno, salvo que algunos de los que vamos a privadas no podemos darnos ese lujo de tener esa ” libertad de educarnos bajo nuestros propios términos, con la cantidad de años que necesitamos”… estoy bastante (no completamente) con lo que escribio Gabriel…
6 abril, 2015 a las 13:11
Muy buenoo, genia Virginia GENIAAAA
2 julio, 2015 a las 22:46
¡Muy buen post!
Estoy en el primer año de la carrera de letras, me quedan varios años por delante pero siempre van a estar conmigo las palabras de mi vieja “Viví la vida y hace todo lo que quieras hacer. Estar bien con uno mismo va más allá del estudio”. He hecho (y hago) varias actividades, pero trato de no sobrecargarme.
Siempre me digo a mi misma cuando me siento abrumada “Se hace lo que se siente” y es ese el momento en el cual me pongo un freno y decido (aunque duela) dejar ciertas cosas que me gusta hacer pero que no son mi pasión o bien que las hago porque siento que estoy obligada hacerlo.
Es cuestión de abrir los ojos y pensar en uno mismo.
Saludos!
6 agosto, 2015 a las 10:40
Que lindo……….Estoy atravesando lo mismo, con por ahora, dos materias……Me sentí muy mal….
6 octubre, 2015 a las 23:43
Jaja qué linda historia!! La de muchos, por mi parte la tengo en pausa a la fuckultad … hace ya dos años… qué hermosos dos años!!¡ alguna vez la voy a terminar… no sé cuándo, no me importa cuándo… sé feliz! No idiota, no, feliz e inteligente. Digo porque algunos que comentaron, sobre todo los que no cursan en facu de lenguas de UNC, parecen creer que no hacer la facu al día te hace idiota… not like that at all
Pingback: Cupido bloggerizado | #SerUniversitario
23 junio, 2017 a las 03:39
Vas a ser una gran escritora, me encanto tu reflexion y creo que me va a servir mucho en muchas ocasiones 👏👏👏