Hace poco les conté de mi experiencia trabajando en algo completamente distinto a lo que estudié (en este post), y desde ese día me quedé pensando en cómo ese trabajo influyó en mí mucho más de lo que creía…
Cuando elegí mi carrera, lo hice porque me gustaba el mundo empresarial y me parecía divertido estudiarlo y conocer un poco sobre cada uno de sus aspectos. Me decidí a estudiar Administración porque el abanico de materias me dejaba espiar en cada parte de una empresa. A medida que cursaba fui conociendo las áreas que más me gustaban y las que no tanto (por qué negarlo, ¿no? Supe antes del primer parcial que no quería saber nada con el sector financiero, no era para mí).
A mitad de mi primer año de cursada comencé a dar clases de inglés en un jardín a peques de 3, 4 y 5 años. Aunque en ese momento no sentía que me sumara demasiado profesionalmente, pensé que era una buena oportunidad de primer trabajo: me permitía cubrirme gastos de traslado a la facu y algunas cosas más; y era en un ámbito familiar, el colegio donde yo había hecho parte del jardín y todo el secundario. Además, la cantidad de horas que trabajaba me permitía cursar y estudiar casi sin complicaciones (y digo casi porque el trabajo que me llevaba a casa ¡era un montón!).
Después de recibirme comencé a trabajar en una consultora donde mis jefes se encargaban de asesorar tanto a empresas como a emprendedores en diversos proyectos, desde una planta industrial con capacidad para fabricar toneladas de productos al mes hasta un negocio más pequeño que funcionaba en la web. Allí pude ver a mis jefes poner en práctica todo lo que saben, trabajando en equipo con grandes empresas y enseñando a nuevos emprendedores para lograr los mejores resultados en sus proyectos.
Mientras tanto, empecé a conocer el universo emprendedor a través de charlas y cursos, y me di cuenta de que me apasionaba ser parte de emprendimientos, propios o ajenos, en su concepción o colaborando con sus creadores. Y entonces descubrí por qué los 5 años de dar clase (mi primer trabajo, que tuve mientras cursaba) no fueron tan en vano a nivel profesional, y que fue lo correcto para mí haber tenido ese trabajo en ese momento: haber sido maestra de inglés me ayudó a descubrir mis ganas por compartir mis conocimientos y experiencias, por enseñar lo que sé y por aprender más para enseñar mejor.
Hace poco cambié de trabajo. Soy asistente de gestión de proyectos en una empresa de sistemas, y mi trabajo es asegurarme, junto con mi jefe, que se realizan las tareas asignadas a cada área, que los trabajos avanzan y que se cumplen las fechas de entrega. No es fácil, pero es un desafío.
Seguro que se preguntan qué tiene que ver con querer ayudar a emprendedores, ¿no? Bueno, tiene que ver porque cualquier emprendimiento es un proyecto en sí mismo, y aprendiendo a gestionar proyectos voy a poder asesorar a emprendedores en el desarrollo y gestión de sus negocios.
Quizás no encontré mi camino desde el principio, pero hoy puedo contestar con certeza si me preguntan cómo me veo en 5 años: trabajando junto a emprendedores. ¿Será así? No lo sé, sólo me queda seguir recorriendo este camino… en 5 años les cuento 😉