Uno de los recuerdos más vivaces que tengo de mi adolescencia fue cuando, a mis quince años, me diagnosticaron depresión y, meses después, trastorno de ansiedad generalizada. Paradójicamente, en mis diagnósticos encontré un poco de felicidad: los diagnósticos traen categorizaciones e identificaciones, y en ambas uno encuentra no sólo un poco de compañía sino también la esperanza de que, de alguna forma, las cosas pueden llegar a mejorar.
Creo yo que la más cruda realidad de un diagnóstico psicológico es que, en la mayoría de los casos, estos son más tratables que curables. Con esto quiero decir que uno nunca se libra (recalco, en mi opinión), o al menos no del todo, de los procesos psíquicos internos que llevan a uno a manifestar determinadas condiciones; la función del psicólogo no es, entonces, un mero acompañamiento sino también brindarle al paciente las herramientas necesarias para lidiar con su condición de la mejor manera posible.
En ese momento, utilizar esas herramientas fue más fácil. ¿Hoy, en la universidad? Las cosas cambiaron un montón. Muchas cosas se redefinen en el momento en que uno pasa desde adolescente a estudiante universitario, hay que hacer varios reajustes y sacrificios, y no siempre es tan fácil compaginar las obligaciones de la facultad con la propia salud mental. Entonces… ¿qué hacés? ¿qué hacés cuando se te agotaron los recursos y, sin importar lo que hagas, las cosas no te dan resultado?
Los fracasos son multifactoriales: nunca algo es del todo culpa nuestra. Sin embargo, en ese momento y en el medio de todo, es muy difícil centrarse en eso y valorar el propio esfuerzo. Y sin embargo, es justamente eso lo que tenés que hacer. Paul Kalanithi, un neurocirujano anglosajón que falleció a sus treinta y siete años luego de un diagnóstico terminal de cáncer pulmonar, escribió lo siguiente:
Cuando llegues a uno de los tantos momentos en la vida en los que tenés que dar cuenta de vos mismo, ofrecé un atisbo de quién fuiste, de lo que hiciste y significaste para el mundo.
Como tantas cosas en esta vida, es más fácil dicho que hecho, por lo que me gustaría compartirles aún otra frase, un poco más larga:
No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Cuando ganás, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto. Y cuando perdés sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a ofenderte, sólo porque perdiste.
En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad que no es tal.
Marcelo Bielsa
¿Qué se esconde detrás del fracaso? ¿Por qué nos molesta tanto? ¿Por qué esa tendencia impune y reincidente de castigarnos por algo tan natural? Eso es lo que es; ese es quizá el adjetivo más característico del fracaso. Es algo natural, inherente a la realidad humana en su paradigma tripartito: en su carácter biológico, psicológico y social.
Es imposible vivir sin fracasar. A menos que hayas vivido tan cautamente, que podrías no haber vivido en lo absoluto. En cuyo caso, fracasas por default.
J.K. Rowling
Fallamos constantemente. En lo pequeño y en lo grande, en lo no importante y en lo importante. Y ahí está la respuesta. Lo importante y lo no importante. ¿Por qué te perdonás unos cuantos fracasos pequeños pero no te perdonás el fallar en lo grande? ¿Por qué no te perdonás fallar en la facultad? Porque es importante. Para vos, para tus viejos, para tus hermanos. Para los que te rodean. Es importante para todos que te vaya bien. Por otro lado el fallar está tan mal visto que no se tolera y está visto como algo malo.
Sin fallar… ¿cómo aprenderíamos?
Si bien somos los menos, no son pocos los estudiantes que atraviesan su vida universitaria cargando con una condición psicológica (o por qué no, psiquiátrica). No son pocos los que día a día se toman un momento para hacer un balance de lo bien o mal que están las cosas. No son pocos los que ponen una buena cara y dicen, ‘estoy bien, gracias, ¿vos, cómo estás?’ a pesar de que están rogando por que alguien se dé cuenta de que en verdad no están bien, de que es una falsa ilusión que repetimos y repetimos con la simple esperanza de, en algún momento, llegar a creérnosla.
Con esto no quiero decir que el resto no sufre o que no la pasa mal, por que sí. Se la pasa mal en la facultad, aunque también se la pasa bien (pero ese ya es tema de otro post). Lo que quiero decir es que, además de la batalla externa que (metafóricamente) es la facultad, unos pocos libran una batalla interna que muy pocas veces deja saldos positivos.
Y otro problema es que, al menos en las universidades públicas (no asisto a una privada, así que no puedo decir cómo es), no se habla de esto. La depresión de un estudiante es una realidad sabida pero ignorada, que permanece silente pero latente en los trasfondos de los mil y un defectos que el sistema educativo podría corregir pero no lo hace. No son muchos los profesores, y todavía me queda por conocer alguno, que se dé cuenta de que un estudiante está mal en serio. No son muchos los que tienen esa capacidad de empatía.
Entonces… ¿qué hacemos? Algunos dicen que, si esperás lo suficiente, el tiempo hace que las cosas duelan menos. ¿Y entre medio? Ruego, POR FAVOR, que hagas ese balance. Porque por más pequeño que sea, todo logro o victoria es digna de ser reconocida y es prueba de que sos capaz. Es prueba de una sencilla realidad que poco se pronuncia pero que siempre termina aflorando:
No hay NADA que no puedas aprender.
No hay NINGUNA materia que no puedas aprobar.
Lógico, te puede tomar más trabajo que otro tema o que otra persona, pero la experiencia me ha enseñado que las comparaciones dejan muy poco con lo que contentarse. No compares. No te compares. Vos sos vos. El otro es el otro. Si a vos te gusta lo que estás estudiando y estás convencido de que esto es lo que querés para tu vida: ¡dale para adelante! ¡que no te intimiden! Simplemente hacé acto de presencia, empezá por ahí.
Decí: ¡sí, acá estoy!
Llená el silencio.
27 marzo, 2017 a las 19:36
Gracias a los posts que escriben me doy cuenta que no soy la única a la que le pasan estas cosas y que no me siento sola en el complicado mundo que es la facultad. Muy bueno el post, me animó bastante.
28 marzo, 2017 a las 23:46
Me alegro que te haya gustado, Lucy, gracias por comentar!
27 marzo, 2017 a las 22:10
Hoy comencé el cbc de psicología a nos 22 años, sí, no es “tan tarde” pero aun así, a veces la edad también pesa a la hora de elegir estudiar una carrera cuando pensas: “Es una carrera de X cantidad de tiempo, me voy a recibir a los 30, por qué no empecé antes!”
Hoy , luego de una charla sobre la carrera y dos clases, volví a mi casa asustada por temor a fallar en el camino a la carrera que tanto me gusta. La verdad que leer este artículo me reconforto y me da fuerzas para animarme y a dejar esos miedos atras
28 marzo, 2017 a las 23:49
¡Muchos éxitos, Judith! ¡Dale para adelante, y que nada te frene! Un beso y gracias por pasarte a comentar.
28 marzo, 2017 a las 15:25
Que alguien le diga a este vago que fue lo mejor de mi día. Es increíble.
Aguante la UNL!
28 marzo, 2017 a las 23:50
Ya me lo dijiste, tranqui. ¡Me alegro que te haya gustado! Nos estamos viendo por la facu. Saludos!
28 marzo, 2017 a las 20:38
Qué curioso, éste último mes vengo pensando en eso. En lo mal que me hace sentir fallar. Con un poco de terapia estoy empezando a entender que tenia expectativas muy irreales sobre algunas cosas, y que todos los logros me parecian menores. Todavia no soluciono mis mambos, pero en eso estoy. Lo que escribiste es practicamente algo que hubiese escrito yo.
También estudio en la UNL, informática. Un abrazo y mucha fuerza desde un couniversitario (? Buenísimo artículo.
28 marzo, 2017 a las 23:51
¡Vamos, amigo! No está muerto quien pelea, a no aflojar que después todo vale la pena. Un abrazo grande, y nuestras facus estan cerca, así que nos estamos cruzando.
Saludos!
6 abril, 2017 a las 13:32
Tu post me animó mucho!!
Tengo depresión, y ahora estoy cursando segundo año de nutrición, la segunda semana me estrecé tanto porque hubieron tantos cambios radicales y tanta exigencia que llegaba al departamento a llorar, no comía ni podía dormir, además estaba lejos de mi familia.
Hoy estoy mejor e intento tomarme un tiempo para respirar, para acomodarme. Es difícil lidiar con problemas internos y además sumarle las exigencias y estrés de la facultad. Pero busco el equilibrio.
Gracias por tu post, me hace sentir acompañada y animada. Muchos éxitos!!!
18 abril, 2017 a las 21:57
Simplemente genial. Das ganas de seguir 😁
5 mayo, 2017 a las 01:42
Maravillada con tu post. Hablaste de lo que no se habla. Y escribis excelente por cierto.
16 mayo, 2017 a las 22:00
Me diagnosticaron con Trastorno de Ansiedad Generalizada hace casi un año… Tengo terror a rendir y ahora creo que es peor porque ni siquiera me gasto en estudiar por miedo a no poder lograrlo. Muy pocas personas lo entienden, día a día nuestra lucha interna es constante, a tal punto de cansarnos demasiado.
Gracias por tu post, me siento menos sola
7 noviembre, 2017 a las 14:20
Gracias por el post! me ayudo muchisimo, este semestre me fue fatal en lo personal, no me daba mas la cabeza, no queria cursar, faltaba, dormia mucho, no hacia nada. obviamente lo perdi y ya esta. Ahora a levantarse y estudiar para los finales que tropezon no es caida!! mil gracias!
22 noviembre, 2017 a las 23:49
Gracias, tengo 25 y estaba a punto de mandar todo lo que vengo cursando a la basura..
10 enero, 2020 a las 08:33
Hola Gaston soy Adrian de Villa Luro (Donizetti) me gusto mucho lo que escribis. Saludos!!