El otro día leí una nota que hablaba sobre el como los estudiantes muy autoexigentes pueden encontrar su paso por la facultad como una experiencia muy difícil y tortuosa. Quizá para algunos seamos unos exagerados que no sabemos tomarnos las cosas con calma, pero resulta que a veces hay tantas presiones que confluyen al mismo tiempo que se hace muy difícil no empujarse a uno mismo a obtener más. El problema está cuando empujándonos constantemente llegamos a nuestro punto de inflexión, y posteriormente, al quiebre.
“Lejos de disfrutar la facultad, la padecen.”
Me llamó particularmente la atención el énfasis que hace la nota sobre aquellos estudiantes, dentro de los cuales me identifico, que constantemente se obsesionan por las vicisitudes del promedio académico, un número que aparece destacado en el SIU Guaraní y del cual parecemos depender (probablemente más de lo que en verdad es necesario).
¿Por qué le prestamos tanta atención a un simple número?
Quizá pensemos así porque la sociedad nos ha condicionado a pensar que todo tiene que estar sistemáticamente evaluado; todo tiene que tener un puntaje, dado que es a partir de este puntaje que creemos poder inferir nuestro valor como personas. La verdad, no sé.
Lo que sí sé es que muchas veces (y esto se aprende fundamentalmente con experiencia, exposición y autoconocimiento) la nota de un parcial o un final no refleja verdaderamente lo que sabemos, lo que somos, y mucho menos, lo que potencialmente podemos ser. Te pregunto, a vos que leés, ¿cuántas veces te rompiste el alma estudiando y no te alcanzó para aprobar? O para aquellos que se exigen un poco más, ¿cuántas veces la nota que te sacaste no te dejó satisfecho?, ¿cuántas veces te quedaste con el gusto amargo?
No es necesario decir (y escapa a los objetivos de esta nota) que una nota final está influida por un enorme número de variables. El ejemplo más alevoso podría ser que, lamentablemente, es una realidad que el sistema educativo universitario argentino (y hablo fundamentalmente de universidades públicas, sin dejar de lado que esto también ocurre en algunas instituciones privadas) cuenta con profesores que no siempre son justos a la hora de evaluar y de poner una nota, o cuyo criterio de evaluación difiere inmensamente del de otros docentes. A todo esto hay que sumarle los nervios, las horas sin dormir, esos temas que no llegaste a terminar de repasar… todo influye, siempre.
A pesar de que muchos de nosotros somos conscientes de que la nota no siempre depende de uno mismo, muchas veces es difícil ver cómo nuestro esfuerzo no es recompensado de la manera en que queremos. Somos inseguros por naturaleza, y como tal necesitamos que alguien con autoridad valide nuestro esfuerzo y le ponga la firma. Somos dependientes de ese sello de autenticidad, y la triste realidad (dado que la vida es injusta, y no siempre te va a dar lo que querés) es que a veces, por más que lo merezcamos, no lo obtenemos.
Como ya he dicho en posts previos: la experiencia enseña muchísimo, y quizá nos tome mucho tiempo entenderlo, pero creo sólidamente en que otro de los propósitos de la educación universitaria es fomentar el conocimiento de uno mismo, no sólo de nuestros límites, sino también de nuestras capacidades y habilidades. Se trata fundamentalmente de aprender a confiar en uno mismo, de valorar los propios esfuerzos a pesar de que otros no lo hagan, de entender que no se trata de hacer felices a los otros, sino a uno mismo. ¿La clave? Saber valorarse, y claramente, valorar también al resto.
Así que… mi consejo para vos es que te sueltes de todas las presiones, que te esfuerces al máximo sin perder tus objetivos de vista, y ojalá tengas la buena suerte de que en tu camino te encuentres con personas que sepan valorar lo que hacés, porque a pesar de que no lo necesites, de nada sirve ir sólo por un camino tan áspero como la facultad.
1 noviembre, 2016 a las 23:43
Muy cierto , yo soy de Perú y ocurre muy similar en mi pais , muchos profesores no califican objetivamente , y hasta aveces te piden que justifiques con temas o cursos que ni has llevado,y realmente una nota no decide cuanto sabes. Es solo una nota y solo queda en valorarnos a nosotros mismos. Muy buen articulo.
2 noviembre, 2016 a las 20:10
Esas cosas también pasan; en el caso de mi carrera muchas veces pasa en los años pre-clínicos que te piden que expliques algo que en esencia es patológico y que aún no se ha visto.. Es lamentable pero es la realidad, ¡saludos, y gracias por leer!
1 noviembre, 2016 a las 23:58
Excelente nota!
2 noviembre, 2016 a las 20:10
Muchas gracias Cande, ¡saludos!
2 noviembre, 2016 a las 09:34
Esa sensación horrible de haberte matado estudiando y aprobar con lo justo..
2 noviembre, 2016 a las 20:11
Es duro, pero hay que aprender a vivir con ello y saber valorar el esfuerzo de uno a pesar de las circunstancias. Un saludo Lu, ¡gracias por leer!
8 noviembre, 2016 a las 07:52
Excelente nota, y llega a mi en un momento muy oportuno, considerando que ayer recurse Histo y Embrio despues de matarme estudiando.
Realmente necesitaba que alguien me diga esto.
Gracias
25 marzo, 2017 a las 19:15
Excelente.
Y más excelente aún es leerlo a días de comenzar la cursada.
Éxitos.
2 agosto, 2017 a las 19:51
Esta nota me viene justa. Soy también de las personas que aspiran como a lo más y desaprobar vuelve todo gris (hasta casi negro, te diría). Ahora me tocó con un final, algo que, si bien obvio que es posible, lo veía lejos porque no me presento sin saber algo y tampoco me parecía difícil. Estoy seguro de lo que sabía y que no pude dar lo mejor de mí (como decís, en el resultado influye más que el conocimiento propio), sin embargo, saber que tengo ese 2 en la libreta me deja picando la nuca.
Me identifiqué mucho con todo lo que escribiste y creo que ayuda a saber/poder aceptarlo, por un lado, porque ya está, volver en el tiempo es imposible. Y por otro lado, justamente por aquello, dejar de “castigarnos” y servirnos de la experiencia, por más difícil que nos parezca al principio.
Gracias por esas palabras que, conocidas, a veces hace falta que vengan de afuera y en buena hora.