Cuando me acuerdo de mi niñez, lo hago con una sonrisa en la cara. Más allá de los percances familiares (que todos tenemos), esa época donde no tenía que preocuparme por nada era un lujo.
Tomé mi primera decisión independiente a los 15 años, y poco a poco las cosas empezaron a cambiar.
Aunque ya tenía definido que quería hacer algo relacionado con la comunicación, los últimos años de la secundaria fueron un tormento: en qué ciudad iba a estudiar, qué carrera específica, y en qué universidad.
El último año corrió como ningún otro. Y empecé a prepararme para lo que venía: decirle adiós a mis amigos, a mi tranquila ciudad de 50.000 habitantes para ir a la alocada Buenos Aires, ciudad que los medios se encargan de destacarla siempre por la inseguridad, el ruido y la muchedumbre.
Hay que aclarar que el proceso es mucho más complicado si tenés que dejar de vivir con mami y/o papi, y les aseguro que hasta aprender a usar un lavarropas puede ser estresante. Pero creo que es mejor, el trabajo con el miedo es progresivo y uno se termina adaptando a la independencia con pasos más seguros.
El primer día de facultad puede ser un calvario para algunos. ¿Otra vez el esfuerzo de hacer nuevos amigos? Nooo, ¡yo estaba cómoda con los míos! Por suerte nos terminamos dando cuenta que si la vida pone gente en tu camino, es por algo. Hoy no sé que haría sin los amigos que la universidad me dio.
A medida que fui avanzando en la carrera, más me enamoré del Periodismo. Pero no fue hasta tercer año que sentí miedo. Fue ahí cuando me di cuenta de que el final se estaba acercando, ya había completado la mitad del camino. Y así como en la secundaria te atormentan con el “¿qué vas a estudiar?”, ahora es “¿de qué va a tratar tu tesis?”. Y ni hablar de ir pensando en conseguir un laburo.
Es normal que sintamos miedo. Es normal que queramos quedarnos en este estadio de comodidad por unos años más. Es normal ir perdiendo gente en el camino, gente que pensabas que siempre iba a estar a tu lado. Es normal que llores por eso. Sí, llorá todo lo que tengas que llorar, porque es normal también que extrañes tu ciudad. Pero que ese miedo, no se te haga un obstáculo. Enfocate en tu objetivo, no te compares con los demás; aunque las metas sean parecidas, el camino depende de cada uno.
Tenés más de lo que creés, y siempre que sientas que estés fracasando, va a haber alguien a tu lado para levantarte. Potenciate, leé mucho y diferenciate. Que la vida pasa rápido y el tiempo que tenemos es para hacer lo que amamos.
19 junio, 2017 a las 19:30
Gracias por compartir tu experiencia, te deseo suerte!