Como les conté en un post anterior, soy militante de una agrupación política universitaria. Llámese trabajo para algunos, pérdida de tiempo para otros, pero para nosotros, los militantes, es convicción, amor, pasión; y como la lista es larga, pensé en compartir con ustedes el sentimiento que nos despierta cada día.
Empezamos con las actividades a la mañana temprano, y terminamos cuando se va el último alumno de turno noche. Somos varios compañeros y nos ayudamos entre todos, tanto para las materias que cursamos, como para cualquier problema que nos surja.
Estudiamos entre actividad y actividad, a veces en los viajes, otras cuando encontramos algún tiempo libre entre cursada y cursada. A veces cuesta, y mucho, pero siempre sabemos que estamos el uno para el otro apoyándonos para seguir adelante, ya sea dándonos un consejo, un punto de vista, o simplemente un aliento para continuar.
Puedo decir que estoy inmensamente feliz con mi tarea de militante ya que es algo que me llena el alma y que disfruto muchísimo, y más allá de no compartir este sentimiento con mi familia, siento que encontré mi lugar en el mundo. Cada vez que puedo hablar con un alumno, y sobre todo con un futuro alumno de la facultad, me siento inmensamente feliz. Poder compartir mi experiencia con los demás y saber que soy parte de una decisión crucial como lo es el hecho de elegir una carrera me hace sentir plena, sobre todo porque sé que con un simple consejo, o simplemente por escuchar a otra persona puedo hacerle un gran favor.
Sí, a veces es difícil, a veces tenemos sueño, estamos cansados, pero cada vez que alguien se acerca a transmitirnos una inquietud, a darnos un consejo, o simplemente a saludarnos, todo el cansancio, el sueño, el trabajo, y por sobre todo la voluntad, valen la pena. Como dice una conocida frase: “es el amor el que hace la revolución”.