Si sos humano (nunca hay que descartar ninguna posibilidad), y estudiante secundario o universitario, seguramente sabrás, que la elección de una carrera no es una pavada. Son muchos los factores que condicionan dicha elección, pero no te dejes asustar: Si le errás, siempre se le puede encontrar la vuelta.

Llegué al último año del secundario con la elección hecha, y sumamente segura de lo que estaba por hacer. Iba a estudiar Astronomía. Desde mis once años era todo lo que deseaba, así que supuse que todo saldría bien. Tuve compañeros que no tenían la más mínima idea acerca de qué estudiar, y se decidieron en el último minuto. Algunos mantienen hasta hoy su elección, otros cambiaron de carrera. Yo fui una de esos otros.

Todo marchó técnicamente bien los primeros dos años: el ingreso, las cursadas, las materias, los compañeros. Con las complicaciones de siempre, claro, pero nada grave.
Cierto día, me di cuenta de que ya nada era lo mismo. Me faltaban ganas, me aburría terriblemente la matemática, me ponía nerviosa y los cálculos no me cerraban. Más allá de los problemas personales (porque todos los tenemos) las ganas ya no eran las mismas. Y sin ganas…
Al principio, me sentí un poco frustrada. No entendía qué pasaba, si había llegado a lo que durante tanto tiempo de mi vida había deseado. A eso le sumaba la culpa que no pude evitar sentir por no lograr los resultados esperados, y por haber “perdido” dos años de mi vida. Ni hablar de que también me ponía mal el hecho de que mi vieja me bancara, para que yo me diese cuenta luego, de que no era lo que quería. Me costó muchísimo, tuve miedo, pero después de mucho pensarlo y de los consejos de mis amigos, en especial de uno que estaba pasando por una situación similar, decidí probar con otra carrera y me anoté en Letras, esa carrera que “algún día iba a hacer.”

Nadie lo supo, hasta que tuve la constancia de inscripción en mano, ni siquiera mi vieja.
Lo que resolví, fue probar y ver cómo me sentía y qué cosas me pasaban mientras tanto.
Durante un muy breve lapso, cursé las dos. Y acabé decidiéndome por Letras. ¿Las razones? Fue una carrera que me llenó, que me hizo volver a sentir feliz, segura, tranquila. Y esa frustración que sentía antes, desapareció.
Entendí entonces que no hay tiempo perdido, que cada equivocación permite aprender, e incluso se aprende más equivocándose, que teniendo aciertos. Yo me liberé de esas culpas que sentí en aquel momento, mi vieja me entendió y me apoyó como siempre, cosa que fue muy importante.

Creo firmemente, que es nuestro deber buscar aquello que nos haga bien, que nos llene, ya que nadie lo hará por nosotros.

Si estás terminando el secundario y vas a elegir una carrera, o estás pensando en cambiar la que ya elegiste, te dejo algunos consejos:

• Tomate tu tiempo para pensar en tu elección, y no te dejes llevar por comentarios del tipo: “¿Y de qué vas a trabajar cuando te recibas?” o “¿No es mejor que estudies esto, antes que esto otro?” Es TU carrera, sos VOS quien decide.
• Si ya estás cursando, tené en cuenta que a veces se atraviesan ciertas crisis provocadas por el ajetreo de la carrera misma. Tener una mala racha no es lo mismo que perder todas las ganas/interés respecto a lo que estás estudiando.
• Charlá con la gente de tu entorno: Todo consejo y/o experiencia de alguien que pasó por algo igual o similar, siempre puede ser útil. También el aliento de los padres es fundamental en esas instancias.
• Acercate a las Universidades y Facultades, siempre te pueden brindar información sobre las diferentes carreras, y la salida laboral de cada una de ellas.
• Sé honesto con vos mismo: Cada uno sabe qué le gusta y cuánto está dispuesto a hacer para llegar a sus metas. ¡Querer es poder!

Lo importante en cualquier caso, es no desalentarse (¡ni dejarse desalentar!), ya que estas cosas nos pueden suceder a todos.