La verdad es que no me fue fácil decidir qué estudiar. O, al menos, me fue difícil animarme a anotarme en lo que verdaderamente quería.
Me fui a anotar por primera vez en la facultad, después de vueltas y más vueltas, escuchando las opiniones de medio mundo, que hay que estudiar carreras “tipo”, que lo que a mí me gustaba no tenía buena salida laboral, que las humanísticas no servían, que me tenía que tirar para el lado de las económicas porque a mí siempre me fue bien en matemáticas, o que tenía que ser abogada, porque si no la ganaba la empataba. Claro que terrible influencia sobre una chica que recién empieza a conocer el mundo laboral ejerce presión. Con todo esto, dos de mis mejores amigas y yo fuimos juntas a la Universidad de La Matanza, a anotarnos en Comercio Internacional. Yo parada en la fila, esperando que sea mi turno, no paraba de dar vueltas y vueltas. Esa definitivamente no era mi carrera, no era lo que yo quería estudiar y mucho menos lo que quería ser durante el resto de mi vida. Entonces, estando como mucho a cinco personas de que fuera mi turno, lo decidí, taché “Licenciatura en Comercio Internacional” de la ficha de inscripción y escribí “Abogacía”. Continuar leyendo →