Unas dos semanas atrás, festejaba que en una de las clases que curso, las profesoras decidían adherirse a un paro lo cual significaba que esa mañana me podía quedar a dormir hasta tarde.
Una semana atrás nos avisaron que toda esta semana no tendríamos clases de esta materia. Luego nos dijeron lo mismo las profesoras de la otra materia. Y luego una tercera. Finalmente, cursé solo dos materias de las ocho que curso actualmente.
Algunas porque los profesores se adhirieron al paro. Otras porque el servicio de maestranza de la facultad tomó la decisión de parar y por ende la facultad estaba cerrada. El personal docente, el no docente: algo está pasando.
De repente, en la universidad ya no se siente el aire de siempre. Ese aire de inspiración, de un fluir de la gente, de camaradería. De repente, tener un día libre no se siente bien. De repente, la universidad pública que tanto vanagloriamos en el mundo que tiene siempre sus brazos abiertos, hoy los tiene cruzados.
Y que quede claro que esto no es un asunto político-partidario. Escuché a mucha gente hablar de que “el paro es político”, como si la educación pudiera tomar partidos. Los que hayan ido a la facultad sabrán que los que trabajan en las instituciones, al igual que todas las personas, tienen ideologías diferentes, responden a diferentes intereses y por ende no son un bloque masivo que piensa uniformemente. El conflicto que sobrevuela este asunto excede lo partidario. No interesa el gobierno de turno ni a quién hayas votado, la educación pública es una cuestión de todo el estado, de toda la sociedad. Pero es fácil quejarse. Siempre estamos hablando de que las instituciones educativas ya no son tan buenas como antes, que los alumnos no salen preparados, que los mejores profesionales se forman afuera. Señalar a los profesores de vagos, que no tienen ganas de trabajar. Que los estudiantes no quieren sentarse a leer. Continuar leyendo →