Hasta entonces había ido solo 1 vez a la sede de la Universidad de Buenos Aires que se encuentra ubicada en Avellaneda. En esa ocasión fue para presentar la declaración jurada al terminar el CBC. Por eso es que ya conocía mínimamente el lugar y sabía que hay 2 puertas, una “principal” que es la que está cruzando un estilo de plazoleta, y la otra es una entrada normal que está a la vuelta. No se el motivo pero la principal estaba cerrada así que seguí a una señora que aparentaba ser profesora y ahí comenzó mi aventura hacia el aula…

El aula. ¿A cuál tenía que ir? No tenía la respuesta exacta y creo que nadie la tenía. Así que me fije en 2 carteleras pero no tuve suerte, no decían nada sobre cursos y aulas. Pero tenía un dato que me llevé anotado, el curso.

Siempre hay que llevar todo anotado aunque tal vez no te sirva para nada, como me pasó a mi: supuestamente mi curso era el 37 y luego de un arduo (?) razonamiento empecé a buscar el aula 37. Pero por suerte encontré a unos jóvenes del CECE (Centro de Estudiantes) que estaban repartiendo una especie de diarios. Agarré uno casi sin mirarlo y les pregunté si sabían a donde tenía que ir. Uno de ellos me respondió con total seguridad que tenía que ir al aula 32, que ese era el único curso de Microeconomía en ese horario. No soy de confiar mucho en la primera respuesta que me dan, por eso casi siempre pregunto varias veces a varias personas. Pero como no había casi nadie vagando por ahí (como estaba haciendo yo) y porque lo noté bastante seguro, le hice caso y fui a donde me dijo y estaba en lo cierto. La clave en la UBA es preguntar. Hay que hacerlo las veces que sean necesarias, no queda otra.

Entro al aula tímidamente y observo que estaba más llena que un estadio en la final de un mundial de cricket sobre hielo (existe eso?). Y sí master, eran las 7:10 hs y la clase supuestamente empezaba a las 7, qué esperabas?. Así que me senté en un asiento que quedaba en la primera fila justo al lado de la puerta. Buena ubicación para salir corriendo en caso de incendio o de ataque de locura del profesor, pero muy mala para leer el pizarrón.

El pizarrón. No se veía NADA! Le daba la luz de la ventana y generaba un efecto reflejo que te impedía distinguir lo que el profesor escribía. Por suerte no escribió la biblia pero sí todos los textos que hay que comprar y las páginas que hay que leer. Si, había 50 números anotados en el pizarrón. Al final le terminé pidiendo al ayudante que me mostrara la hoja donde él tenía todo eso escrito y terminó dictándome las páginas, buena onda.

La clase fue aburrida, como todas las primeras clases. El profesor te explica su modalidad de trabajo y hace una breve introducción a la materia y bla bla bla. Bastante conveniente su forma de trabajo, en otro post la voy a detallar mejor, pero por ejemplo para él no es obligatorio concurrir a las clases, por lo tanto no pasa lista.

Resumiendo lo aprendido en el primer día de clases del año 2012: llevar la mayor cantidad de datos personales anotados, aunque luego no te sirvan; preguntar, preguntar y preguntar; y llegar TEMPRANO para conseguir un buen lugar, por lo menos las primeras clases.

Y vos, ¿Qué aprendiste en este primer día de clases? Dejame tu comentario más abajo.